Los lectores que residan en España posiblemente hayais oído alguna vez expresiones como "Eso vale un potosí" o "Te quiero un potosí", pero también es muy posible que desconozcais el origen de dichas expresiones. Se da por entendido que esta palabra que incluso se menciona en El Quijote de la Mancha, debe de ser algo que vale una fortuna, ¿pero qué es realmente?


Aunque hoy en día haya quedado relativamente olvidada, Potosí fue una de las ciudades más prósperas e importantes del siglo XVII, en la época mayor que grandes metrópolis como Londres o París, y seguramente más rica que las dos juntas. Puede que se tienda a buscar esta ciudad misteriosa en algún país de Europa, pero lo cierto es que se sitúa en la actual Bolivia, en las faldas del conocido como Cerro Rico.



En 1545 un grupo de colonizadores españoles se asentaron al pie del Cerro Rico, tras descubrir que en él se escondían grandes cantidades de plata. Lo que comenzó como un asentamiento improvisado construido para la explotación de las minas, terminó por convertirse en una gran ciudad, que contaba con 50.000 habitantes tan solo 25 años después de su creación, y que siguió creciendo incesantemente durante los siglos XVI y XVII. 



Muchos fueron los españoles que emigraron a Potosí en busca de la buena vida, pues la ciudad rebosaba riqueza y lujo. Sus casas e iglesias estaban ricamente ornamentadas, existían numerosas salas de baile, tablados y teatros, y la plata se encontraba por todas partes: desde los balcones de las casas hasta los estribos de los caballos... Pero como era de suponer, no todo el mundo disfrutaba de dichos lujos, y es que, a pesar de las pautas de la Corona española, que no permitía (al menos en principio) esclavizar a los indígenas, éstos a menudo eran explotados sin piedad, viéndose obligados a trabajar hasta 16 horas diarias en las minas.

A comienzos del siglo XVIII, la ciudad fue azotada por una epidemia de fiebre tifoidea, durante la cual murieron miles de personas, y muchas otras dejaron Potosí. Por si fuera poco, las vetas de plata comenzaron a escasear, lo que provocó la decadencia de la ciudad, y el progresivo abandono de muchos de sus habitantes.



Sin embargo, aun careciendo de la plata que un día poseía, la ciudad sigue valiendo un potosí, y así lo reconoce la UNESCO, desde 1987. Y es que allí se conservan todavía muchos de los edificios construidos durante su época de esplendor, y caminando por sus calles todavía de percibe ese aire colonial y esa riqueza que la vio crecer, mezclada con la rica cultura tradicional boliviana. Entre los lugares más destacados de la ciudad se encuentra la hermosa la Casa de la Moneda, el Mercado Central, lleno de color y bullicio, la Universidad de Tomás Frías, la Torre de la Compañía y sus bellos templos cristianos, como la iglesia de San Lorenzo, la de Copacabana y la Catedral. Y por supuesto, el Cerro Rico, al que se puede acceder en excursiones y explorar los restos de las excavaciones que un día, fueron origen de la ciudad y el principio de una historia apasionante...

P.S. Este artículo va dedicado a mis amigos Ana e Iván, que me leen desde Bolivia. Un abrazo muy grande!!!