Recién aterrizada en mi querida España, y aún recuperándome en casa del jet-lag, voy a aprovechar para contaros mi última escapada el pasado fin de semana. El destino elegido esta vez fue Puerto Plata.



Puerto Plata es una región del norte de la República Dominicana y su capital, una de las ciudades más importantes del país. Desde Santo Domingo el trayecto es de unas 3 horas y media (Google no calcula los tramos difíciles, los tapones, ni las paradas técnicas).


De camino, hicimos parada obligada en el famoso parador Jacaranda para desayunar. Un "chinola ca" (jugo de maracuyá con leche evaporada... delicious!) y un BUEN* sandwich cubano.

(*) Definición gráfica de "BUEN" sandwich:

 Véase la relación proporcional sandwich-cabeza

Tranquilos, compartimos sandwich... Esta vez. 

Después de un par de horas más de trayecto llegamos a la provincia puertoplantese. Fue aquí donde se levantó la primera villa de los españoles en el nuevo mundo, La Isabela, en 1494. Ésta perduró muy poco, pues los huracanes y las enfermedades que afectaban a sus pobladores hicieron que esta quedara prácticamente abandonada dos años después. En 1502 Nicolás de Ovando fundaría San Felipe de Puerto Plata, la capital actual de la provincia, a unas millas de distancia.

Es también aquí donde se sitúa la fábrica de uno de los productos dominicanos más conocidos internacionalmente, ese famoso brebaje tan codiciado en las noches de fiesta y culpable de más de una borrachera (vosotros lo sabéis, yo lo sé). Efectivamente, estamos hablando del ron Brugal.


Reventando hígados desde 1888

Pudimos disfrutar de un pequeño paseo por el centro de la ciudad, donde la identidad caribeña está a flor de piel.





También se conservan numerosos edificios estilo victoriano del siglo XIX y principios el XX pintados en vivos colores. Y yo, que tengo una pequeña obsesión con las casas de madera, me lié a hacer fotos cual japonesa en el Louvre. Mi chico se armó de paciencia y me esperó a la sombra siempre que le fue posible (es que estos dominicanos no saben apreciar lo que tienen :P).


 



Después de pasear por el centro histórico nos acercamos hasta la Fortaleza de San Felipe, el último vestigio de la Puerto Plata del siglo XVI. Se construyó por órdenes de Felipe II para defender la ciudad de los piratas holandeses, ingleses y franceses que frecuentaban las aguas del Caribe en aquella época.


En cuanto a la comida, yo me quería moderar antes viajar a España, donde sabía que iba cebarme hasta el hartazgo, pero fallé vilmente. En Puerto Plata el pescado forma parte de la cultura culinaria, algo que escasea en Santo Domingo (no más pollo, por favor xD), así que teníamos que aprovechar. A nuestra llegada fuimos a una "parada" (restaurante de carrera) famoso por sus pescados. Estos son traídos directamente del mar y expuestos a la entrada del local. El comensal elige la pieza que quiere consumir y la cobran al peso.



Después de recibir un ticket, se puede acceder al comedor. El camarero vendrá a tomar nota de la bebida y de la guarnición para acompañar el pescado (arroz, tostones, patatas fritas, locrio de marisco...). Mientras, en la "cocina", introducen el pescado en un aliño especial para después freirlo en aceite caliente.

He aquí la "cocina" del restaurante

Y después de una espera que a uno le parece interminable (el olor de los platos vecinos es una verdadera tortura), llega la recompensa. Puede que el proceso no os de mucha confianza (aquí como blanquitos turistas que somos, hay que tener cuidado de qué y dónde se come para no terminar en el hospital), pero doy mi testimonio de que me sentó estupendamente y estaba rico, rico y con fundamento!


Puerto Plata también es conocida por haberse convertido en una pequeña colonia de alemanes y austriacos. Eso hace que en la gastronomía de la zona esté muy influenciada por la cocina centroeuropea, y en los menús se pueden encontrar cosas cosas como Schnitzel, Bratwurst, Knödel y por supuesto cervezas alemanas. Como antigua ex-patriada en Alemania tuve mis pequeños momentos de nostalgia...

 


¡Pero no solo vinimos a comer! Asi que el segundo día, nos juntamos con unos amigos en Sosúa y marcamos una ruta campestre en motocross. Al principio no muy confiada, ya que podía contar con los dedos de una mano las veces que había montado en moto, y el conductor nunca había conducido una moto antes.

Pero después de que saliéramos de la carretera  y de que mi querido conductor le cogiera el truquillo, pude por fin disfrutar de la belleza del paisaje.

 





Por el camino cruzamos varios pequeños poblados en medio de ninguna parte, con sus casitas de madera pintadas de colores, sus huertos, sus gallinas y sus mecedoras en la entrada.



Y después de un largo trayecto entre las montañas, alcanzamos una playa en las cercanías de Cabarete, una zona perfecta para realizar surf y windsurf.


Muy cerca de allí también encontramos con un complejo turístico abandonado, un escenario ideal para grabar una película de terror...


Y para terminar la ruta y quitarnos el calor, nuestro amigo Jakob nos invitó a su urbanización para darnos un chapuzón en su piscina.

Oh yeah...

A continuación volvimos a nuestro punto de partida: Sosúa. Este pueblo con menos de un siglo de historia fue creado por una colonia de judíos alemanes. Fueron acogidos durante el gobierno del dictador Trujillo como una medida que pretendía "blanquear"  y "refinar" la raza dominicana (no comments...). Fue el pueblo judío el que trajo la industria cárnica y láctea a la región, activitades que hoy en día siguen siendo uno de sus motores económicos principales junto con el turismo.


Créditos: Sosúa Jewsih Museum

Todavía hoy persiste una pequeña comunidad judía en el pueblo, que mantiene sus tradiciones y que tiene su propia sinagoga en el pueblo.




Sosúa dispone igualmente de varias playas excelentes, donde también pudimos disfrutar de unos relajantes momentos de playa y una bella puesta de sol.





Puesto que el viaje fue express, no tuvimos mucho tiempo para ver muchas cosas. Por eso espero pretendo volver y seguir contandoos más sobre esta maravillosa región. Con esto y un bizcocho, me despido hasta la próxima.

Auf Wiedersehen!